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El pasado martes 18 de agosto en el corregimiento de Villacarmelo, zona rural de Cali, fue asesinado Jaime Monge Hamman, líder del proyecto medioambiental la “Pacha-mama” que promovía el turismo ecológico; fundador de la organización Asocampesina, que funciona cerca al Parque Nacional Farallones de Cali. En mayo de este año, fue asesinado el también líder ambiental Jorge Enrique Oramas, que se oponía, igual que Jaime, a la explotación minera en los farallones.
El asesinato de los dirigentes ambientales confirma que la guerra contra el pueblo continúa y que esta se exacerbó con el régimen criminal de Uri-Duque. La firma del acuerdo de paz entre los jefes de las Farc y el gobierno de Santos, fue la puerta para que los monopolios entraran de lleno en el campo con sus proyectos mineros y agroindustriales, lo cual no significó la paz para el pueblo pues siguen las masacres, el desplazamiento y la venta forzada de sus tierras por unas cuantas monedas; unos trabajadores, continúan vendiendo su fuerza de trabajo a la mafia como cultivadores de coca, marihuana o amapola, pues la tal restitución de cultivos ilícitos y los proyectos productivos fueron un engaño deliberado por el Estado de los ricos, que se alimenta de las entradas que le deja el narcotráfico; otros, se ven obligados a trabajar en la minería, ya no artesanal, sino también para las mafias que se lucran de la extracción de oro o esmeraldas, por ejemplo.
La explotación de la naturaleza a gran o mediana escala de forma legal e ilegal, produce la depredación de la misma, y es por ello que diferentes ambientalistas que se oponen a esto, movilizan a las comunidades y se vuelven blanco de los monopolios y la mafia que alimentan la guerra contra el pueblo por la renta extraordinaria de la tierra, todo con la complicidad y participación del Estado de los ricos.
Las clases dominantes cometen crímenes contra el pueblo si este se interpone en su cada vez más voraz apetito de ganancia, y en donde no le importa destruir las únicas dos fuentes de riqueza de la sociedad, los humanos y la naturaleza. Por ejemplo, en este caso, asesina a los primeros y depreda a la segunda.
El pueblo colombiano se resiste a los planes depredadores de los capitalistas y de su seno destaca líderes populares que denuncian los atropellos de los capitalistas y la mafia. La indignación por el asesinato sistemático de los defensores de la naturaleza, se ve reflejado en diferentes manifestaciones de repudio contra el terrorismo de Estado.
Todo esto conduce a afirmar con más fuerza el camino del Paro General Indefinido para detener el exterminio de los dirigentes del pueblo y los planes con los que pretenden destruir ecosistemas y fuentes hídricas que son vitales en la supervivencia de los pueblos. Pero también, estos asesinatos selectivos deben servir para abonar el camino de la revolución proletaria, única capaz de instaurar un nuevo tipo de Estado socialista bajo el cual los obreros y campesinos armados garanticen la vida de las masas y sus dirigentes, y aprueben los planes económicos que satisfagan las necesidades del pueblo, sin depredar la naturaleza y los recursos que ella provee.
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