Las mujeres no eligen prostitución.
La prostitución es y ha sido desde siempre la cara más agresiva y visible de la opresión que sufre la mujer trabajadora, constituyéndose así al mismo tiempo como un instrumento ideológico que supone la reproducción de jerarquía en las relaciones entre hombres y mujeres y la absoluta mercantilización, cosificación y deshumanización de la mujer. Es por eso que la cuestión de la prostitución no atañe exclusivamente a las mujeres prostituidas, sino a todas las mujeres -como sujetos potencialmente prostituibles- y a los hombres -en nuestra lucha como clase-.
No es casualidad que sean las mujeres en situación de extrema precariedad y vulnerabilidad las que caen en garras de la prostitución, y es por ello por lo que queremos destacar tres cuestiones relevantes, por un lado los datos de ‘’prostitución libre’ y por otro lado las relaciones de prostitución con: migración y transfobia.
Según los datos, 8 de cada 10 mujeres ejercen la prostitución en contra de su voluntad, se habla concretamente de las víctimas de trata con fines de explotación sexual, aun así, la trata es la máxima expresión la explotación sexual, pero no debemos hacer en presentarla como único modo de obligación. Muchas prostitutas vienen de las redes de trata y otras son empujadas a la prostitución por las
situaciones económicas que viven. Y aunque existiese esa supuesta ‘’prostitución libre’’, la extensión del consumo de prostitución chocaría con esa minoría que ‘’quiere prostituirse’’. En la cuestión de la prostitución muchas veces olvidamos el contexto de estas mujeres y los problemas psicológicos que pueden llegar a desarrollar con la prostitución. Con los datos ya dados en cuanto a la salud mental de las mujeres prostitutas vemos como se remarca la situación de violencia continua que viven. Debemos luchar entonces con la creencia por un lado de que la trata es la única forma de obligar a una mujer a prostituirse y por otro lado la creencia generalizada de que existen un número considerable de prostitutas que lo son porque quieren.En cuanto a la cuestión de la trata, debemos destacar que en el ámbito internacional, de acuerdo con el informe de trata de personas de UNOC vemos que los flujos de trata no se dan de forma aleatoria, sino que hablamos de un tráfico de personas desde los países más pobres a los más ricos. En el ámbito Europeo, el 80% de las víctimas de trata son mujeres, el 95% de esta trata se da con fines de explotación sexual, mayoría proveniente de países de Europa. De hecho, se remarca la diferencia entre mujer y niñas: le porcentaje de víctimas mujeres adultas ha ido disminuyendo (un 25%), mientras el de las niñas se ha incrementado (un 10%).
En España se da el destino principal de esta trata de mujeres con fines de explotación sexual, desde la Unidad de Extranjería de la Fiscalía General del Estado se cuentan entre 2013-2018 más de 1000 mujeres víctimas de trata, de estas el 10% eran menores.
En la relación de migración y prostitución observamos que la proveniencia de estas víctimas de trata se suele dar en países de Europa (Rumania, Bulgaria, Polonia, Hungría) y países de diversos continentes (Nigeria, Brasil, China, Vietnam, Rusia). La integración de las víctimas de trata en la sociedad se obstaculiza por varias cuestiones: en primer lugar hay un constante movimiento de las víctimas alrededor del país o fuera de este, añadimos la falta de recursos, el desconocimiento del idioma, el bajo nivel educativo de tal forma que si hay cualquier tipo de vía para trabajar se ve copada por estas cuestiones o por la extorsión del proxeneta haciendo que la víctima tenga miedo. La obstaculización a la hora de encontrar trabajo es algo que se da también en el colectivo trans, con una exclusión laboral mayor en las mujeres trans que las llevan a la prostitución. El 80% de las personas trans están en paro.
En la situación legal en España de la prostitución, hablamos de una indefinición jurídica sobre la prostitución, tratando la alegalidad de esta, no es ni licita ni ilícita; por ello, por un lado la prostitución catalogada por ‘’voluntaria libremente ejercida’’ no se considera un acto delictivo; por otro el proxeneta, empresario detrás de esta explotación, se consideraba delito (de forma coactiva o no), pero a partir de una reforma del Código Penal de 1995 se suprime el proxenetismo ‘’no coercitivo’’ como delito, así al no estar penalizada la intermediación en prostitución por medios lucrativos, salvos en casos de coerción los prostíbulos llegaron a anunciarse en los medios de comunicación. Hubo varias reformas como la de 2003 y 2015 que abogaban por el castigo de quien empleaba algún tipo de violencia para que una tercera persona ejerciese la prostitución.
Estas leyes y reformas, no se cuenta la prostitución como una forma de explotación en sí misma, sino que se destaca la diferencia entre que haya o no coacción, que haya o no una obligación.
¿Es el oficio más antiguo del mundo? Vinculación entre capitalismo y monogamia.
No, la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo. Se trata de un argumento de tradición, de estaticidad histórica. Los trabajos han ido cambiando, las diferentes explotaciones han ido cambiando, pero, demos un recorrido a la historia de la prostitución para comprender esto.
El trabajo de las mujeres es anterior a la división sexual del trabajo. No es hasta la existencia de la propiedad privada y con ella de las diferentes formas de subyugación de la mujer cuando aparece la prostitución.
La prostitución no puede ser anterior al matrimonio, a la capacidad de acumulación, ni a la diferenciación entre hombres y mujeres.
No, la prostitución no es el oficio más antiguo del mundo; antes de ser prostitutas, las mujeres fueron agricultoras, cazadoras, recolectoras, constructoras, alfareras…
La eliminación de la prostitución no vendrá de la mano de un “capitalismo más humano”. El nacimiento de la prostitución está íntimamente ligado con el surgimiento de la propiedad privada, por lo que cualquier intento de abolirla sin luchar abiertamente contra el sistema que lo sustenta caerá en saco roto. No negamos la lucha por las posibles mejoras que puedan conseguir las mujeres en situación de prostitución, lo que negamos es que sea posible que estas mejoras supongan de forma aislada una ruptura con el status quo que ampara y posibilita una forma de violencia que diariamente se reproduce.
¿La prostitución es un trabajo?
Afirmamos rotundamente que no. Bajo el capitalismo, es la propiedad privada de los medios de producción la que permite a la burguesía, poseedora de éstos, explotar a la clase trabajadora obligándole a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario que le permita su subsistencia. La fuerza de trabajo de un ser humano se transforma en trabajo, no con la finalidad en sí misma de la creación de un producto, sino con la finalidad de extraer de ese trabajo un plusvalor. A través de esta venta de la fuerza de trabajo, el trabajador se ve también a sí mismo alienado, cosificado, reificado.
En la prostitución no se vende una fuerza de trabajo, no se mercantiliza un “hacer”. No existen unos medios de producción que permitan la explotación de esa mujer prostituida, no existe una actividad mediante la cual se revalorice lo producido. La prostitución es, ni más ni menos, que la mercantilización del libre acceso a un cuerpo totalmente deshumanizado, un resquicio de la esclavitud en el que el intercambio, la compraventa, recae en la persona en sí misma. Ya no es que lo que se venda sea la fuerza de trabajo, es el mismo cuerpo de la mujer el que se vende.
En resumen, bajo el capitalismo se mercantiliza la fuerza de trabajo de un ser humano, a través de la cual sufre un proceso de reificación u alienación, que deriva en la cosificación misma del ser humano; por su parte, en la prostitución es el propio cuerpo el mercantilizado, sin mediación, sin que esa cosificación derive de un “hacer”.
Creemos que en un mundo sin explotación, donde realmente existiera una igualdad real y una relación de solidaridad entre hombres y mujeres, nadie se plantearía acceder al cuerpo de otra por dinero, ni tampoco nadie lo permitiría.
Regulacionismo y libertad.
El regulacionismo se presenta a sí mismo como la alternativa más favorecedora para las mujeres en situación de prostitución, abogando por la legalización de su situación y con ello la equiparación de sus derechos a cualquier otro trabajador -sindicalización, cotización, bajas laborales, protección frente al cliente…-. Pese a ser unos fines lícitos en sí mismos, los datos nos muestran una realidad muy distinta. Los supuestos sindicatos de prostitutas de todo el mundo son dirigidos por proxenetas o dueños de burdeles, lo que en la práctica supone que la vida de la mujer prostituida no cambia en nada mientras el proxeneta pasa a tener nombre de empresario. Gran ejemplo de esto es COYOTE, el primer sindicato de mujeres prostitutas, creado en los 70 en Estados Unidos. Diez años más tarde, en 1981, las prostitutas representaban sólo el 3% de los miembros.
Del mismo modo, consideramos el regulacionismo como una postura derivada del feminismo más liberal, que lo enfoca desde una perspectiva totalmente individual desde la que se apela a la autonomía, libre elección y libertad sexual de la mujer. Un debate en estos términos lo arranca totalmente de las causas que llevan a la mujer a la prostitución, haciendo especial distinción entre lo que es prostitución y lo que es trata, como si pudiera existir la una sin la otra.
Debemos desterrar estas ideas, la cuestión en torno a la prostitución no es si la mujer quiere o no quiere prostituirse, sino si quiere o desea el acto sexual en sí. Todo consentimiento sexual que se dé por coacción (en este caso, coacción económica, dinero) es un consentimiento viciado. La legalización de la prostitución supondría en sí mismo dar una cobertura legal a la violación de miles de mujeres.
Y es por esto que decimos que la prostitución supone la perpetuación de las relaciones de jerarquía entre hombres y mujeres, y por lo que mientras ésta exista será imposible una igualdad real entre ambos. La prostitución supone, una vez más, reforzar la idea de que los hombres desean -activamente- y nosotras consentimos -pasivamente-. Refuerza la idea de que es indiferente que un acto sexual sea buscado, querido, deseado, sano, seguro y libre, basta con que éste se “consienta”. Refuerza la idea de que el deseo de la mujer no importa en una relación sexual del tipo que sea, pues no somos sujetos activos en el acto sexual sino meros objetos sexuales que simplemente están dispuestos a consentir y “albergar” el deseo de otros. Se reproduce y legitima la explotación en el seno de la clase obrera, asegurando el derecho de los hombres a acceder a una mujer como si ésta fuera un simple objeto o simple proveedora de un servicio sexual. La lucha contra la prostitución y por la emancipación de la mujer no divide a la clase obrera, al contrario, la cuestión de género viene atravesada por la lucha de clases y toda victoria de la mujer trabajadora es también una victoria como clase.
Nada de esto puede permitirse al abrigo de la libertad individual. Numerosas veces se ha hablado que el patriarcado en nuestros días ha pasado de ser el llamado “patriarcado de coacción” al “patriarcado de consentimiento”. Ambos conceptos han sido utilizados para explicar cómo, mientras antes las mujeres se encontraban en una situación de inferioridad frente al hombre amparada en todo un sistema legislativo que lo permitía, hoy en día las mujeres son iguales ante la ley y esa posición de subyugación se justifica mediante la libre elección. Se obvia que las mujeres han llevado a cabo un proceso de socialización mediante el cual se interiorizan unos determinados valores, ideas y roles, cuya función no es otra que legitimar y naturalizar la desigualdad, afirmando que cualquier elección que haga una mujer es “empoderante” y “liberadora” por el simple hecho de que “ella quiere”. Y bajo el “ella quiere” se aplaude que la mujer se someta a miles de tratamientos dietéticos y quirúrgicos para amoldarse a un canon estético imposible de cumplir, que sea ella y no su la que abandona su puesto de trabajo para encargarse de la crianza de los hijos, o que se vea abocada al mal llamado “trabajo sexual” en cualquiera de sus formas como medio de subsistencia.
Ninguna de estas acciones es empoderante, ni ninguna de estas acciones es realmente libre, están condicionadas no sólo por la situación de necesidad y dependencia económica, sino también por la interiorización y naturalización de unas ideas que nos colocan en un plano de desigualdad, que influyen en nuestras decisiones y que, en malas manos, se utilizan como argumentos para justificar nuestra más absoluta deshumanización. La liberación de la mujer no pasa ni pasará nunca por la mercantilización de su cuerpo.
Abolicionismo desde una perspectiva marxista.
Como marxistas, entendemos que la emancipación real de la mujer y con ello, la abolición la prostitución, viene de la mano de superar las condiciones que aseguran nuestra subyugación, la sociedad de clases.
La lucha de la mujer está indisolublemente ligada a su lucha como trabajadora, no pudiendo existir su emancipación sin una de ellas. Debemos comprender las mujeres en situación de prostitución comparten nuestra lucha y que todas somos parte de un mismo sujeto revolucionario. Debemos luchar firmemente contra esa visión de las abolicionistas como meras prohibicionistas que persiguen a la mujer en situación de prostitución. Nuestra lucha es contra los proxenetas y los puteros, y de la mano de las prostituidas.
Si asumimos que la prostitución tiene unas causas eminentemente sociales y económicas, reconocemos que está indudablemente conectado con su posición desigual y su dependencia económica. Sólo con la superación de la sociedad de clases podremos asentar las bases que nos permitan acabar definitivamente con la prostitución, del mismo modo que se deberá luchar contra todas aquellas ideas que, heredadas, destruyan la solidaridad en el seno de la clase trabajadora.
Sólo a través de nuestra organización como clase podremos luchar contra el capitalismo que se lucra y reproduce gracias a nuestra deshumanización y mercantilización de nuestros cuerpos, contra el sistema que nos condena a la explotación en todas sus formas.
¡Nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestra clase y nuestra lucha!
“¿Cuál es el atributo fundamental de la clase obrera? ¿Cuál es su arma moral más fuerte en esta lucha? La solidaridad y el compañerismo es la base del comunismo. Hasta que este sentido no se desarrolle ampliamente entre los trabajadores, la construcción de una verdadera sociedad comunista es inconcebible. Los comunistas políticamente más conscientes deberían en consecuencia fomentar el desarrollo de la solidaridad en todos los sentidos y luchar contra los que entorpecen su desarrollo – la prostitución destruye la igualdad, la solidaridad y el compañerismo de las dos mitades de la clase obrera. Un hombre que compra los favores de una mujer no la ve como una camarada o como una persona con iguales derechos. Ve a la mujer como dependiente de él mismo y como una criatura desigual de rango inferior que es inservible al Estado de los trabajadores. El desprecio que tiene por la prostituta, cuyos favores ha comprado, afecta en su actitud hacia todas las mujeres”. A. Kollontai, “La prostitución y cómo combatirla” (1921).
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