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LOS FASCISTAS TOMAN POR ASALTO EL CAPITOLIO... NO PODEMOS QUEDARNOS CRUZADOS DE BRAZOS
Decenas de miles de fascistas, muchos de ellos armados, lograron detener el paso final de dar parte y certificar la victoria contundente de Joe Biden en la elección presidencial. Abrumaron a la policía, tomaron los pasillos del Congreso, hicieron destrozos en las oficinas y obligaron a la fuerza a que los miembros del Congreso huyeran y se refugiaran.
Esto fue nada menos que un intento de golpe de estado, convocado por Trump, y respaldado por la violencia de las turbas.
Trump había instigado a la multitud con una recitación de sus “agravios” infundados durante más de
una hora. Llamó a la multitud a caminar por la Avenida Pensilvania y a “ser fuerte”, en esencia un llamamiento a intimidar a los republicanos “debiluchos” que no estaban de acuerdo con su intento de golpe de estado, siguiendo el llamamiento de Giuliani a un “juicio por combate”. Horas después de iniciada la violencia, Trump se negó a retirar sus tropas de choque, únicamente pidió que “guardaran la paz”, cuando en realidad no eran ni remotamente pacíficos en primer lugar; únicamente bajo gran presión llamó finalmente a la gente a volver a casa, horas después del paroxismo de violencia reaccionaria.Ya no se puede seguir esperando. Desde hace años y más tiempo ha sido necesario que la “gente decente” deje en claro su determinación de detener a este peligro fascista. Hoy en día, estamos presenciando las consecuencias de la pasividad ante Charlottesville, ante los hijos refugiados arrancados a sus padres y abandonados en jaulas, ante los violentos ataques y las calumnias sin oposición al movimiento por la vida de los negros.
Así que saquemos esa lección. Que ya es hora de que cantidades masivas de personas se pongan de pie, de manera no violenta. Esperar más tiempo, contenerse equivale a la claudicación. Aunque se logre dispersar a estos fascistas, lo que está lejos de ser cosa segura, tiene que haber una poderosa demostración de repugnancia por lo que esta gente representa y por el rumbo en que están empeñados en llevar a Estados Unidos... y al mundo.
Nadie puede negar ni debería querer negar la conmoción y el mal augurio de ver a los perros rabiosos del fascismo y sus desmanes recorrer las calles de Washington, D.C.
El peligro está presente YA.
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